Es el de Borges Gim.

 

SILENCIO

 

“…, pues he comprobado que la palabra de Borges confiere a la gente más realidad que la vida misma”

 

ADOLFO BIOY CASARES[1]

 

A veces, no pocas veces, las palabras no tienen el valor que quisiéramos que tuvieran; decir soledad, melancolía, confusión, sutileza o incluso belleza, amor, temor u odio, es murmurar, privada e inconscientemente, nuestras sospechas de que las palabras son apenas siluetas de  complejos volúmenes. A pesar de ello una falta de pudor (me incluyo) nos impulsa a usar las palabras como una moneda de bajo valor, e incluso publicarlas…

Así colocar la palabra perfecta, entretejerla a otras y formar el tejido que transmita el sentir de una realidad concreta o abstracta es una tarea casi imposible, casi divina. Sin embargo tuvimos a Borges. Se acercó bastante; en nuestro tiempo, en nuestro idioma.

Que la mayoría disgustara de Borges, y que la otra parte simplemente no lo entendiera siempre llamó mi atención. No es casual que las personas prefieran textos más…interesantes; pero sí es usual el prejuicio de tratar a Borges con la expectativa del lector común[2]; y leer Borges es una colaboración al nivel más alto, sus símbolos entretejidos forman una unidad de palabras razonadas, sutiles y apasionadas que guardan tras si una serie de conexiones con diversas historias, filosofías y mitos del mundo. Se me objetará, y con razón, que toda palabra se asocia con otras y que el conocimiento por principio está concatenado; lo que no se me negará es que poquísimas personas son conscientes de ello. Así las primeras lecturas de Borges suelen ser bastante desconcertantes por una grata exigencia a la que el lector es sometido: confusión de los límites de la realidad, claves ocultas, datos aparentemente inconclusos, referencias extraliterarias, etc., el lector más agradecido será muy posiblemente el que previamente conoce diversas ramas del conocimiento humano[3], de ese modo, desde mi limitada experiencia de lector, hay textos que requieren por lo menos la revisión de diez libros clásicos (literarios y extraliterarios) como fuentes principales, y el número se diversifica si estudiamos fuentes secundarias, y se diversificará más…un lector atento y maduro será sensible a encontrar muchas más sutilezas.

Paradójicamente aunque la experiencia del lector enriquece su lectura, en el caso de Borges es también su primer obstáculo. La mente del lector común se mueve en dos dimensiones, la de Borges es multidimensional. Por ello, por ejemplo, el vacío en Borges es un significante que cobra la dimensión de elemento estructural, articula componentes y expresa más de lo que las palabras solas llegarían a transmitir. Él deja en toda su obra (virtual la llamaría Saramago) sus pasiones, las huellas de sus amores, sus sarcasmos e ironías, los recuerdos de un pasado que dudaba fuese suyo, y la soledad. Borges comprendía muy bien que las palabras no eran la realidad, ni siquiera un reflejo sino una adición a ella[4]; en su obra este pudor se manifiesta por su búsqueda de la palabra adecuada, su preferencia a contar argumentos para dejar que su desarrollo se produzca en la mente del lector. Pero en general escrito con silencio, y en general el lector (común) es insensible a esta riqueza, limitándose a vislumbrar un caballero racional, frío e incomprensible; sin darse cuenta de que el mundo actual es en parte una contribución suya, una pequeña remodelación con nosotros dentro y que a su vez, cada nueva lectura, cambia sutilmente nuestro punto de vista sobre él: Borges está siempre por descubrirse.

Tal vez Borges vivió el mundo de lejos, pero llegó a entenderlo muy bien, el tiempo le enseñaría que él no pertenecía a las mitologías que el veneraba sino que él mismo se estaba recreando en un hombre único[5]. Hacía el final de su vida, hace poco más de veinte años, su vida tuvo mas espacio para ser vivida como él anhelaba[6], él mismo sabía que su final se acercaba y así lo deseaba, pues de alguna manera había logrado justificar su existencia. Pero ya era tarde para Borges, pues a pesar de su pudor, su humilde timidez, nos dejó una herencia cuya virtud es la de ser inagotable, pues es flexible con cada lector, y aún más es flexible con cada momento del lector, al final las obsesiones atribuidas a Borges son las obsesiones naturales del (buen) lector. Borges nos dio la oportunidad de ser creadores.

 

NOTAS


[1]Adolfo Bioy Casares, “Libros y amistad”. Revista La Gaceta, Fondo de Cultura Económica, Distrito Federal-México, año XXIV, N. 346, Octubre de 1999, p. 27.

[2]Esto es con los prejuicios de esperar que un texto se ate a las convenciones de un cuento, un poema, un ensayo, etc., que el mismo lector se ha autoinculcado; es esperar una forma y un resultado. En general el efecto contrario es desconcierto o incomprensión del lector.

[3]La lista de científicos y artistas de primer nivel que se han basado incluso en una sola línea de Borges es considerable.

[4]Se puede consultar, entre otros, la prosa “Una rosa amarilla”, en El Hacedor o  en Nueva antología personal, además la narración “El inmortal” en El Aleph y los prólogos de sus poemarios El otro, el mismo y El oro de los tigres.

[5]En el prólogo de El Informe de Brodie Borges dice “La ya avanzada edad me ha enseñado la resignación de ser Borges”.

[6]Véase el epílogo de El Hacedor donde confiesa su sentir respecto su vida comparada con sus lecturas.

Es para ti Gim.

BABILONIA

 

         Es condición natural del hombre caminar dormido. La vida puede ser extensa, pero, en nuestros recuerdos, lo realmente importante, lo realmente memorable, es apenas digno de unos pocos segundos. Es que la incesante rutina de nuestras vidas comporta monotonía; cientos de recuerdos pueden ser resumidos cómodamente en uno sólo y al final pocas son las cosas que hacemos conscientes.

         El que escribe este texto y quienes lo leen (de lo contrario no tendrían acceso a estas palabras) vivimos en un medio ambiente artificial que denominamos ciudad[1]; en general es el mundo que conocemos y que llegamos a (mal) acostumbrarnos. Es un organismo que nos grita constantemente nuestra indiferencia con estímulos que cada vez deben ser mayores para merecer nuestra atención…Pero la mayor parte del tiempo no percibimos la ciudad sino que la soñamos y moldeamos a nuestra propia imagen y semejanza. La ciudad que creemos ver en gran medida es una fantasía (o prisión) de invención propia.[2]

Al final la realidad como tal, la ciudad como tal, la ciudad objetiva, es intranscendente; Lo importante es la ciudad percibida, la que cada persona subjetiviza y que inevitablemente le otorga sus atributos, esa que esta hecha de la personalidad del ciudadano: agresiva, resignada, tranquila, dinámica, violenta, muerta, sublime, ridícula, catastrófica, estimulante, irascible o decadente, sin darse cuenta que es así mismo quien retrata, pues la ciudad no es espontánea sino consecuencia de nosotros, sobre todo cuando la ciudad se consolida como ciudad, esto es cuando el tamaño anula la familiaridad y la violencia es instrumento para restaurar la escala. Entonces la casa se vuelve partícula, la calle laberinto, y la sociedad soledad.

A menos que haya cambios radicales o nos ausentemos por el tiempo suficiente el crecimiento y cambio de la ciudad es apenas percibido, lo cual nos hace más susceptibles de ser influenciados por ella. Así un día cualquiera nos encontramos caminando por veredas angostas, irradiados por el sol, contaminados hasta tiznarnos y  rodeados de una cacofonía orquestada por vehículos y personas. Si bien lo anteriormente descrito no es con justicia lo que la compleja ciudad es en su totalidad, si es un aspecto que en determinados personas viven, y lo digno sería tratar de cambiarlo y superarlo, pero, si nos preguntarán en ese momento qué sentimos posiblemente la repuesta sería nada, pues ha llegado a formar parte de nuestra naturaleza…

Pero a veces una lluvia ocasional nos despierta: alguna vez una pérdida infinita (como solo la ausencia definitiva puede ser) me llevó a caminar por la ciudad, la presencia de palomas muertas, edificios colapsados, ángeles ciegos de gestos decadentes y, como un manto narcotizante, una atmósfera tenue y volátil; ello me hizo pensar en una ciudad de horror gótico, congelada en el momento de la agonía; en otra ocasión el recorrido por calles de tierra y viviendas de siluetas oscuras me producía la sensación de una ciudad desafiante, burlona y anárquica…Después de momentos así, después de extraviarme por varias ciudades, he sentido que la ciudad acaso es un invento demasiado complejo para nosotros, quizá una maquinaría de espejos de la cual solo vemos aspectos, pues todas las veces que las vi, todas las preguntas que hice al final siempre terminan mostrando reflejos, no de las personas, sino del significado que en un momento impusieron a sus vidas.

 


[1]Los estudios que definen el significado de la ciudad abarcan diferentes campos del conocimiento, son razonables, y en algunos casos, excelentes, pero la complejidad del tema es mayor al espacio y ajenos al cometido de este texto, por ello medio ambiente artificial, aunque general y presto a imprecisiones en sus límites será suficiente para sugerir el contexto donde nos desenvolvemos.

[2]En la filosofía el Tratado de la naturaleza humana de David Hume es un buen comienzo para entender la percepción en el ser humano. En la literatura Chesterton es un admirado maestro para reflejar y explicar entre si la naturaleza de los personajes, sus acciones, y la naturaleza que los rodea de maneras racionalmente simétricas, sutilmente simétricas